
París 2024 quiere ser distinta a otras Olimpiadas modernas.
Así no solo serán los primeros juegos paritarios, en los que competirán el mismo número de hombres que de mujeres, sino que además su ceremonia de apertura no se celebrará dentro de un estadio, como tradicionalmente ha venido ocurriendo.
El espectáculo tendrá lugar al aire libre: una parte se desarrollará a lo largo del famoso río Sena y otra a los pies de la icónica torre Eiffel.
Y las autoridades galas también han decidido que la mascota de la XXXIII edición de los Juegos no sea un animal ni una figura representativa del país anfitrión, sino una prenda de vestir; específicamente un sombrero.
El Phryge olímpico es un gorro frigio, que es uno de los emblemas más representativos de la Revolución francesa. Por su parte, el rostro de los Juegos Paraolímpicos es otro gorro idéntico, pero que tiene una pierna prostética.Los personajes tienen forma cónica, con un extremo curvo y son de color rojo.
“Más que un animal hemos elegido un ideal”, declaró el presidente del Comité Organizador de París 2024, Tony Estanguet, al presentar en noviembre pasado a los curiosos embajadores.
«Elegimos el gorro frigio porque es un símbolo muy fuerte para la República francesa. Para los franceses es un objeto muy conocido y es un símbolo de libertad”, agregó el exatleta ganador de tres medallas olímpicas.
Un símbolo antiguo
La prenda es muy significativa para los galos, pero sus orígenes se remontan a mucho antes.
El gorro debe su nombre a Frigia, una región de la actual Turquía, donde en la antigüedad sus pobladores portaban unos sombreros con forma de cono, elaborados de lana y que eran parte de su atuendo, según explica la Enciclopedia Británica.
Sin embargo, en varias regiones del Imperio Romano también se empleaba un sombrero de forma similar, llamado píleo.
No obstante, el píleo se utilizaba en una ceremonia muy particular, en la que se les entregaba el sombrero a aquellos esclavos que iban a ser liberados por sus amos, explicó a BBC Mundo el historiador de la Universidad de Burgos (España), Sergio Sánchez Collantes.
El ritual de manumisión incluía que el pretor (magistrado) tocase al esclavo con una vara llamada vindicta y le declarase libre. Entonces, el liberto se rapaba la cabeza y la cubría con un gorro como símbolo de su nuevo estatus social.
El historiador romano del siglo I d.C., Tito Livio, en sus escritos registró la expresión servos ad pileum vocare, que significa “llamar a los esclavos al uso del píleo”; es decir, a la libertad, pues era lo que se les ofrecía a cambio de que sirvieran en la defensa de Roma cuando se necesitaba.
Otro ejemplo que reforzó la asociación entre el gorro y la emancipación fue que los asesinos del general y político Julio César colocaron una de estas prendas sobre un palo, luego de apuñalar hasta la muerte al gobernante romano.
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