Hoy más que nunca todo el sector agroalimentario español está obligado a dirigir todos sus esfuerzos al mercado norteamericano. El margen de crecimiento es amplísimo: el vino español sólo representa en Estados Unidos entre el 6% y el 7% de la cuota de mercado, mientras que otros países como Francia o Italia triplican nuestra presencia. El vino español tiene aún, por tanto, mucho recorrido para crecer.
Estados Unidos es un mercado fiel donde al cliente le interesa establecer una relación duradera con la bodega. Sabe que introducir un nuevo vino en su catálogo supone un esfuerzo que se ve recompensado a largo plazo. Otra de las claves es la trazabilidad: en Estados Unidos hay mucha más transparencia burocrática, una sólida regulación de acuerdos comerciales firmes, fiabilidad y estabilidad del entorno legal, empresarial, de aduanas. Además, la comunicación es mucho más fluida y constante, y los compradores están más abiertos a establecer una relación personal sólida. Por si fuera poco, en Norteamérica sí existe una cultura del vino, dado que también se trata de un mercado productor. Llevar el vino español a Estados Unidos supone posicionar el género en un lugar donde será apreciado por el consumidor enfatizando su calidad, aprovechando también la cercanía cultural: los códigos culturales y empresariales entre Estados Unidos y Europa son más cercanos y existe una mayor probabilidad de establecer lazos comerciales fuertes y duraderos.
En Norteamérica sí existe una cultura del vino, dado que también se trata de un mercado productor.
El sector del vino español está atomizado como ningún otro, y, sin embargo, es un sector clave en la economía. Los formatos de feria tradicionales han quedado obsoletos y lo peor de todo, el comprador está aburrido de ellos. Confundir al cliente con subzonas y pabellones autonómicos ha hecho seguramente un pequeño favor. Las instituciones tienen que trabajar para que todas y cada una de las bodegas de este país sientan que pueden vender su vino en cualquier mercado y particularmente en el americano. Una estrategia sólida, que no deje a nadie atrás y posicione el vino internacionalmente. La mejor carta es un producto insuperable, se debe trabajar entre todos para que llegue al comprador.
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