Debo empezar esta nota honrando a todas las personas que han pasado al otro lado del mundo, según como yo lo veo; debido a este virus que hace ya dos años llegó para revolucionarnos la vida, darnos cachetadas de realidad, dosis altas de internalización personal y colocar bastante alcohol en nuestras manos.
Son muchas las historias, las situaciones, las personas afectadas, y los cambios hechos por esta pandemia. Uno de los más marcados ha sido como individualmente se ha tomado más conciencia ambiental, recordemos que al principio de esta peste y al guardarnos en casa, los animales salían libremente y el smog ambiental casi ni se percibía. Y es que pareciera ser que la naturaleza gritó y a los humanos no nos quedó de otra que escucharla.
Percibo, o así quiero verlo, más gente uniéndose al veganismo, más conciencia de reciclar, más acciones sociales verdes, más gente usando la meditación como parte de su vida, y más aprendizaje interno de cada cosa que pasa. Y es que resulta que inclusive ya existen alternativas naturales para prevención, cuidados paliativos y subsistencia de esta inhumana peste.
Me gustaría imaginar que lo que se contagie sean esas pequeñas grandes acciones de cada uno, que la distancia social sirva para entender que el respeto es vital para la construcción del mundo que queremos, que el alcohol desinfecte no solo nuestras manos sino la vida de cada uno, que la mascarilla nos haga pensar dos veces antes de abrir nuestras bocas y que, aunque suene algo cursi, por cada persona que partió puedan nacer tres más para seguir haciendo mundo.
Al parecer aún quedan tiempos de mascarillas y efectos post pandemia que transitar, es por ello que la opción más viable para sobrellevar todo esto sigue siendo la apuesta a lo natural, a ser más espirituales, a cuidarnos y a seguir haciendo mundo desde la trinchera que se nos permita estar.
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